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sábado, 27 de agosto de 2011

Superficial

 
  Estoy en un dilema que muchos consideran superficial: escoger la ropa que usaré hoy. Sin embargo esta tarea no es un mero capricho, como muchos consideran, sino que es parte muy importante del proceso de creación de lo que yo llamo Exoego. Nuestro yo exterior, el que usamos para unirnos con el mundo, para vivir en la tierra. Cuando creamos un Exoego ajeno a nuestro arbitrio nos sentimos mal, horribles, incapaces de ser en el mundo, y a menudo nos odiamos. A pesar de lo antedicho, muchos consideran a las actividades necesarias para la formación de este yo exterior, como inmorales, vanidosas, malvadas, caprichosas, superficiales, innecesarias, ridículas y un montón de adjetivos despóticos. Todo lo que sea apariencia, materia, corporalidad lo rechazan y desdeñan con pasión, y lo condenan con una justicia arbitraria.
   En el Arte podemos ver el resultado de la interacción perfecta y necesaria entre lo que podríamos llamar interior-exterior, significado-significante, apariencia y esencia, etc. Una obra sin significado y una obra sin apariencia son absurdos e imposibilidades artísticas. De la contemplación de la apariencia, del abandono a los sentimientos y pensamientos que esta suscita, llegamos al significado de la obra, y aparece mágicamente lo Bello, común a todo ser humano e independiente del gusto subjetivo, es decir, no una emoción sino un objeto descubierto y aprehendido.
  Algo similar a lo expuesto en el párrafo anterior podemos aplicar a nosotros mismos, se subentiende que nuestra entidad, la humana, consta de 2 naturalezas, que podríamos llamar espiritual y corporal, o cualquier otro nombre que quiera acuñárseles. No pretendo, con esta afirmación, demostrar la existencia de un mundo divino o de Dios, prejuicios que supongo suscitan las palabras utilizadas. Mi intención es la de demostrar la obvia dualidad que existe en la entidad humana.
  En fin, no descuiden ninguna.


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